La vida matrimonial no solo os afecta a ti y a tu cónyuge, sino también a tus hijos. Al permitir que las aristas de la relación se conviertan en verdaderos problemas, la pareja puede causar graves heridas a sus hijos e incluso arruinar su visión de la relación. La frialdad, las palabrotas, la falta de paciencia y el diálogo pueden afectar negativamente a los niños y adolescentes.
Si estos problemas no se resuelven, es muy posible que se transmitan a los hijos, que experimentarán en sus propias relaciones indiferencia, falta de comunicación e incluso maltrato. Los niños perciben la tensión entre sus padres y absorben la atmósfera de conflicto emocional.
1. Hogar hóstil
Vivir en un hogar hostil y en un entorno infeliz afecta a la autoestima de los niños y crea problemas de confianza. Es habitual que los niños interioricen esta agresividad y se pregunten qué han hecho para que sus padres se peleen así. Creen que son la causa de la falta de armonía. Esta culpa innecesaria puede seguirles a lo largo de los años y hasta la edad adulta, dañando sus relaciones. El ciclo continúa entonces.
2. Rivalidad
¿Te ha pasado alguna vez que tu cónyuge y tú tomáis una decisión juntos, pero uno de los dos no la acepta bien interiormente, se queda con un pie atrás y empieza a obstaculizar su ejecución? Esto es extremadamente perjudicial, especialmente si se trata de una decisión relacionada con la crianza de los hijos. Una pareja es un equipo, un conjunto. Es impensable que uno de los cónyuges ponga trampas en la vida del otro o que uno de ellos se ponga en contra del otro delante de los hijos. Esto enseñaría a los niños a ser manipuladores, a convertirse en personas que no respetan el espacio de los demás cuando el objetivo es la victoria de su propio ego.
3. Falta de comunicación
¿Te resulta difícil comunicarse con tu cónyuge? Esfuérzate por mejorar este punto. Ser arrogante o indiferente y no comunicar enseñará a tus hijos que es mejor esconder los problemas bajo la alfombra, pero ahí siguen creciendo. También aprenderán a "cerrarse" emocionalmente, volviéndose agresivos cuando se frustran o cuando se aburren. Enseña a tus hijos que la comunicación funciona y es una parte importante de la vida, dentro y fuera de casa.
4. Mentiras
Los niños no son tontos. Saben cuándo eres deshonesto. Todos conocemos a personas que son completamente mentirosas y comprendemos lo perjudicial que es este comportamiento. Párate a pensar: ¿querrías que tu hijo o hija se casara con un mentiroso? Tus hijos deben saber, por experiencia propia, que hay personas honestas y sinceras, y que es bueno serlo, empezando por sus padres. Incluso esas "pequeñas mentiras blancas", como decir que no estás en casa para no responder a una llamada telefónica, enseñarán a tus hijos a utilizar este artificio una y otra vez, probablemente incluso contigo.
5. Desprecio
Menospreciar a tu cónyuge o burlarse de él delante de sus hijos influirá mucho en su comportamiento, ahora y en el futuro. Ellos mismos se sentirán como el padre despreciado y, además, aprenderán que no es tan malo hablar mal de aquellos con los que tenemos una relación. Si tu cónyuge y tú no estáis de acuerdo sobre algún asunto, resolvedlo en privado, mostrando al mismo tiempo a vuestros hijos que es posible discrepar y dialogar sin pintar al otro como un villano. Eso sí les enseñará mucho.
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