Cada etapa tiene sus peculiaridades, sus ajustes y sus imprevisiones, que hacen del matrimonio algo que merece la pena experimentar.
Durante el matrimonio, los esposos pasan por una serie de etapas que están determinadas por los dos como pareja, pero también por lo que cada uno aporta individualmente. Desde el principio, cuando todavía se están adaptando a la compañía diaria del otro, hasta el momento en que, después de tantos años de convivencia, la pareja vuelve a estar sola y envejece junta, hay mucho que aprender, y cada etapa tiene sus peculiaridades, sus ajustes y sus imprevistos, que hacen del matrimonio algo que merece la pena vivir. ¿Qué se puede esperar de esta aventura? Tal vez podamos arrojar algo de luz al respecto. A continuación desgranamos las distintas etapas del matrimonio y lo que se puede aprender en cada una de ellas.
1ª fase: Transición y adaptación
Son los primeros años de matrimonio. Es la etapa fundamental en la que se sientan las bases de la relación. Durante este tiempo (normalmente los tres primeros años de la unión) la pareja se adapta a un nuevo modo de vida y, por tanto, comienza a negociar. Durante esta fase también se producen importantes ajustes, como la consolidación de la independencia de la pareja respecto a sus familias de origen. Es también un momento de aprendizaje del otro, que requiere paciencia, confianza, tolerancia y apoyo mutuo. En este período se establecen las reglas de la intimidad, los gustos y las preferencias y se aprende a gestionar la economía, el tiempo y las tareas conjuntas.
2ª fase: Consolidación y llegada de los niños
Después de la luna de miel y del proceso de adaptación, llega una segunda fase, en la que se producirán desacuerdos más o menos frecuentes según la madurez adquirida por la pareja en la primera fase del matrimonio. Ahora, el amor va acompañado de más raciocinio, menos sentimentalismo, y la voluntad asume un papel importante en el mantenimiento del compromiso entre los cónyuges. Es en esta etapa cuando la mayoría de las parejas se convierten en padres, lo que implica nuevas responsabilidades y organización de los roles. Ahora es importante evitar que los cuidados que requieren los hijos o las exigencias del trabajo provoquen un distanciamiento gradual entre marido y mujer.
3ª fase: Transformación
Suele ocurrir entre los 10 y los 20 años de matrimonio y puede coincidir con la adolescencia de los hijos y la entrada de la pareja en la edad madura. Al llegar a la mediana edad con una buena disposición física y mental, la pareja mantiene una relación sana. En esta fase ambos deben encontrar formas de sortear los problemas que surgen en relación con la crianza de los hijos, para no dañar la unión matrimonial. El reto es ser creativo y evitar caer en la rutina, siempre peligrosa para la vida en común. Recuperar los pequeños gestos de afecto mutuo (en caso de que hayan quedado en segundo plano), compartir aficiones y actividades, así como disfrutar de los momentos juntos, lejos de los hijos, son consejos importantes para este momento.
4ª fase: Estabilización y nido vacío
Suele ocurrir entre los 20 y los 35 años. Es en esta etapa cuando la pareja puede enfrentarse al hecho de que sus hijos se vayan de casa. Para algunas personas, se trata de una situación dramática, acompañada de un sentimiento de soledad por la separación de los hijos. Como ya conoces plenamente a tu pareja, es más fácil dialogar, tolerar mejor las diferencias, reírse de los errores mutuos y criticar de forma amable. Puedes invertir más tiempo en actividades que fortalezcan tu vida matrimonial.
5ª fase: Envejecer juntos
En esta fase, muchas parejas optan por dejar de trabajar, lo que les permite disfrutar de más tiempo en compañía de su marido o mujer. Se pueden realizar actividades que no eran posibles por los compromisos profesionales y también llega una nueva motivación para cambiar la rutina: los nietos. Los pequeños aportan una nueva luz y una fuente de felicidad al matrimonio en esta etapa. En este momento, la pareja tiene una gran necesidad de apoyo y afecto mutuo. Los conflictos son mucho menos frecuentes, ya que prácticamente no hay peleas por la autoridad o la intimidad.
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