Decidir cuándo terminar una relación nunca es fácil, independientemente del tiempo que lleves con alguien. Pero, aunque no sea cómodo, hay que saber identificar cuándo ha llegado el momento de decir adiós.
Muchas personas tienen tanto miedo a quedarse solas o a herir a la otra persona que acaban arrastrando una relación, un matrimonio o incluso una amistad durante años. Esto es un error, ya que coarta su propia felicidad y es una actitud muy injusta hacia la otra persona.
Para que la relación sea positiva, es necesario entregarse por completo y si ya no te sientes satisfecho, es muy probable que descuides a tu pareja, aunque sigáis juntos. Otro problema es cuando la persona desatendida eres tú y, sin embargo, continúas enamorado, por lo que tienes miedo a cometer algún error que haga que todo finalice. En ambos casos, es probable que haya que cerrar el ciclo, para que ambos podáis seguir adelante y encontrar una relación en la que seáis más felices.
Si estás pasando por una situación similar a las mencionadas anteriormente, pero aún tienes dudas, tal vez las señales de alerta que te presentamos a continuación puedan ayudarte a decidir si ha llegado el momento de terminar tu relación.
1. Las discusiones son frecuentes y a menudo por motivos sin importancia
Discutir demasiado a menudo demuestra que ya no os lleváis bien o que estáis saturados de la presencia del otro. Cuando esto sucede, parece que todo es irritante, que la opinión de la otra persona tiene menos valor que la tuya o todo lo contrario.
Esto demuestra que, aunque no se rompa definitivamente, puede ser bueno tomarse un descanso de la relación. De esta manera, cuando estés distanciado, verás las cosas con más claridad y podrás evaluar si lo que tenías era solo estrés o si realmente esa relación no tiene futuro.
2. Habéis perdido la confianza
Algunas personas consiguen perdonar por completo los deslices de su pareja en relación con otros intereses amorosos, e incluso retoman la relación con normalidad.
Sin embargo, no todo el mundo es así y cuando hay una ruptura de la confianza que no se puede restablecer, lo mejor es terminar la relación. Esto es necesario porque, de lo contrario, la vida de la pareja se convierte en un verdadero infierno.
Mantener una relación o un matrimonio lleno de desconfianza, exigencias constantes y miedo a volver a pasar por la misma situación no es beneficioso para nadie.
3. Ya no os interesa lo que hace el otro
Cuando se lleva mucho tiempo en una relación, es normal que se conozca la rutina del otro y el interés disminuya un poco. Sin embargo, cuando el interés es nulo, incluso cuando se sabe que está a punto de ocurrir algo importante en el trabajo o en la vida personal de la otra persona, puede ser una clara señal de que tu pareja ha dejado de importarte.
La apatía hacia la otra persona es un indicativo de que ha llegado la hora de terminar esa relación.
4. Sientes que estás mendigando el amor de tu pareja
No hay situación más angustiosa e hiriente que la sensación de estar rogando que alguien corresponda a tus sentimientos. Que sea solo un miembro de la pareja quien se esfuerce para que las cosas funcionen o asumir papeles intolerables con tal de no perder al otro, muestra una grave dependencia emocional y falta de amor propio.
Aunque estés muy enamorado, si la reciprocidad no es cierta, es hora de abandonar el barco y terminar esta relación, que podría llegar a ser tóxica y abusiva.
5. Tu mayor temor a la hora de terminar una relación no es estar sin la otra persona, sino tener que empezar de cero.
Cuando el miedo a la ruptura se debe a tener que empezar de nuevo con otra persona, sin preocuparte realmente el hecho de que ya no vas a estar con tu pareja actual, está claro que el sentimiento entre vosotros se ha convertido en conveniencia, lo que no es bueno para ninguno de los dos.
Estar en una relación tiene que ser placentero en muchos sentidos y si esto ya no existe, no hay razón para seguir atrapado en un matrimonio o en una relación a medias. Aunque la rutina sea más "confortable", es necesario romper la barrera del miedo, soltar lastre y permitir que la otra persona también pueda seguir su camino.
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