La falta de comunicación sincera es la causa de muchas crisis, separaciones y divorcios. Es un fenómeno que se origina incluso antes del matrimonio, que se revela como una verdadera paradoja en el mundo en que vivimos. Actualmente tenemos a nuestra disposición sofisticados dispositivos electrónicos para comunicarnos, pero menos capacidad para mantener una comunicación abierta y profunda, cara a cara.
Vamos a analizar cinco problemas de comunicación que contribuyen a destruir el amor entre las parejas. Comprueba si están presentes en tu relación y si es así, haz todo lo posible para remediar estos errores.
Inseguridad
Una persona insegura intentará, en cualquier ámbito de su vida, demostrar que puede ganar. Su propia inseguridad la lleva a entender el matrimonio como un logro. Ahí está la contradicción y el dolor: ninguna conquista se logra de una vez por todas y para siempre. Así, la comunicación es concebida por una persona insegura como algo bélico en su propia naturaleza.
La mente de la persona insegura está siempre dispuesta a rivalizar, estableciendo nuevas y artificiales jerarquías para pasar el día juzgando y recriminando al otro. Esto significa tratar al cónyuge como un enemigo. Comportarse así es el preludio de un inminente conflicto grave en el matrimonio.
Miedo
El miedo, cualquier miedo, bloquea necesariamente la comunicación. De hecho, si la comunicación amorosa es una conducta que tiende a la unión, el miedo se convierte en un agente de distanciamiento. Aunque no son tan numerosos como en el pasado, sigue habiendo casos en los que la mujer tiene miedo de su marido y, para no contradecirle, se calla y se "traga" muchos conflictos.
De forma grotescamente ingenua y no exenta de ciertas influencias nocivas, como el machismo, el hombre considera (erróneamente) que el hecho de que su mujer le tema le hace más dueño de ella. Los que piensan así suelen olvidar que nadie conquista al otro mediante el miedo.
Celos
El comportamiento celoso no es sólo un problema vinculado a las relaciones y la sexualidad. Va más allá, porque ocurre cuando nos comparamos. La estructura comparativa subyace en la conducta típica de los celos. Esto hace que el diálogo espontáneo sea sustituido por el cálculo: el celoso dice algo para que el cónyuge entienda otra cosa. Tira verde para cosechar maduro, como dice el refrán.
El cálculo no es sincero. Así se cae en la manipulación. Al vivir comparándose, la persona celosa desconfía de todo y de todos. Y es difícil lograr el autocontrol, porque para ello es necesario que el celoso sea consciente de su inseguridad. Tiene que reconocer su baja autoestima. Es él quien se menosprecia continuamente, no su pareja. En la comunicación, los celos provocan frialdad, distanciamiento y susceptibilidad, actitudes que, tarde o temprano, llevan al fracaso de la relación.
La manipulación
La manipulación es una estrategia por la que, utilizando el engaño de forma incluso consciente, nos comportamos de forma diferente a como somos, para producir o conseguir el efecto que queremos en otro.
En este sentido, mientras los hombres suelen manipular a través de sus roles tradicionales (dinero, poder), las mujeres lo hacen a través de los estados de ánimo y las emociones. En cualquier caso, sin embargo, siempre existe la ocultación de la verdad. La manipulación es, sobre todo, manipulación del lenguaje.
Desconfianza
La desconfianza siempre genera problemas de comunicación, porque ser desconfiado implica estar de espaldas, no abrirse del todo. Un ejemplo de comportamiento que hace crecer la desconfianza es cuando uno de los cónyuges cuenta en público algo que el otro ha pedido que quede entre la pareja.
Sin embargo, hay otros casos en los que el cónyuge necesita aprender a lidiar con una desconfianza natural, ligada a la introversión. Y en otras situaciones, sin embargo, la desconfianza proviene de un comportamiento calculador. Las personas calculadoras se comportan según el viejo principio romano del do ut des, “doy para que me den”. Su amor es un amor matemático, estadístico.
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