Las máquinas y los robots poseen características específicas que, como los superhéroes, desearíamos poder incorporar a nuestras capacidades físicas propias. Tener una fuerza descomunal, una visión excepcional o, simplemente y por el lado más costumbrista, tener un brazo picador que consiguiera cortar las verduritas de nuestros guisos en cuestión de segundos. Molaría, ¿verdad? Por eso mola la mecánica y, más en concreto, la biomecánica, tal y como vamos a entenderla en nuestro artículo de hoy.
La biomecánica se encarga de estudiar los fenómenos cinemáticos y mecánicos por no de máquinas, sino de seres vivos. Es decir, no es que estemos hablando de cosas que se escapen a la realidad, a lo que se puede entender, sino que de este estudio se extraen ideas y modos de funcionamiento de sistemas que luego se incorporan a nuestro día a día en máquinas que son un complemento mejorado.
Nuestro cuerpo, por ejemplo, es una máquina. Hecha con células vivas y no son componentes inertes simplemente motorizados, pero una máquina al fin y al cabo, que tiene también necesidad de alimentarse, de cargarse. Este paralelismo que se observa con las máquinas que el mismo cuerpo humano es capaz de inspirar se convierte, a veces, en mímesis, sobre todo cuando nos encontramos con alguna necesidad a la que es necesario hacer frente. Hablamos, por ejemplo, de incorporar un brazo mecanizado a un miembro amputado.
Eso, claro está, es en lo que respecta a la realidad, pero luego ya surge la imaginación que inspira las diversas formas de arte. A mí me dicen "biomecánica" y se me viene a la cabeza la cultura steampunk que, aunque es un opinión personal, me resulta de lo más molona. El steampunk, por el lado de la vestimenta, combina atuendos de inspiración victoriana con herramientas futuristas, como si se tratara de personajes salidos de una novela algo anacrónica o de películas como La Liga de los Hombres Extraordinarios o el clásico Metrópolis.
El steampunk tiene multitud de seguidores en todo el mundo y, para divulgarlo, darlo a conocer e incluso compartir las últimas tendencias, se organizan ferias y eventos en muchos lugares. Se asocia al retrofuturismo y junto con otras tantas corrientes artísticas, sus seguidores/as son vistos como frikis. "¡Y a mucha honra!", dirán algunos/as. Mejor formar parte que la poco original masa...
El caso es que estamos acostumbrados/as a ver robots con forma humana, es decir, androides, que nos hecho admirarlos en películas como RoboCop, ¿por qué no convertirnos en uno/as de ellos/as? Tatuándotelo, por ejemplo. Con una técnica bien depurada, en un estudio en el que trabajen profesionales se pueden conseguir resultados deslumbrantes.
Después de haber visto algunos diseños, nos podríamos quedar con uno en el antebrazo que juega con la tinta y el color de la piel, haciendo que está parezca desagarrada. Sin embargo, en lugar de dejar ver músculos, venas y arterias con el rojo como color destacado, lo que se puede ver a través de esa "herida" es un entramado de cables, tubos y otros utensilios metálicos, con la escala de grises sustituyendo al color de la sangre. En la muñeca y el antebrazo o el hombro, llegando incluso hasta el pecho, es una de las mejores opciones.
Sin embargo, hay otras tantas más arriesgadas. Para los/as más atrevidos/as, otra posibilidad está en su cabeza. No nos referimos a que tire de imaginación, no. Es literalmente, una cabeza llena de cables y engranajes. O la espalda, rasgada del mismo modo pero dejando ver costillas de hierro. Incluso puedes combinar lo artificial con la natural, por ejemplo, de manera que desde un corazón real salgan tuberías. "Lo de dentro es lo que cuenta", vendría a decir.
En definitiva... ¡robotízate!
En la siguiente imagen, esta chica nos enseña tu increíble tatuaje que ocupa gran parte de su espalda. En él podemos ver como la piel se abre, mostrando un impresionante y complejo sistema de engranajes que emulan formar su columna verteblal. Es un diseño increíble y con unos colores metálicos que vienen a la perfección.
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